Confesiones inconfesables

Millins confiesa:

Perdonadme queridos puisheros, pero creo que es algo que debéis saber, al igual que Pakance, que todavía creo que no se ha percatado de tal detalle. Cuando quedamos para vernos, solemos armar un alboroto conmensurable y siempre que nuestros cuerpos andan repletos de cardo, nos suele entrar sueño, que suele ir acompañado de un hambre de inframundo. Normalmente, el almuerzo está programado en la nevera para cuando nos levantamos, y como en esa casa conviven más personas, ví mi oportunidad.

Cuando Pakance se sobó quedando en un estado aletargado por la ingente cantidad malsana de alcohol, me dirigí a la nevera, donde el plato que mas se me antojaba era el que teníamos reservado para el almuerzo. El hambre es muy lista señores, he de confesar que me comí el plato a caraperro, y una vez satisfecha mi necesidad de comer, comenzé a labar los platos y limpiarlo todo para no dejar huellas del crimen.

A la mañana siguiente, Pakance no daba crédito, el almuerzo había desaparecido, sin platos sucios ni rastros de comida en la mesa, como suele ocurrir cuando comemos antes de acostarnos. Como los compañeros de piso habían salido, yo, fanga y puerco les eché la culpa.

Hasta día de hoy, Pakance no se si lo recordará o no, sigue creyendo que aquel dia, sus compañeros asaltaron la nevera y se comieron su almuerzo, pero no fueron ellos, fue el ambre del puish.